Los primeros años de vida son esenciales en el desarrollo infantil. Durante este periodo, se sientan las bases del lenguaje, la motricidad, la socialización y la regulación emocional. Las escuelas infantiles, especialmente las que atienden a niños y niñas de 0 a 3 años, no solo cumplen una función educativa y de conciliación, sino que se convierten en un entorno privilegiado para observar, detectar y actuar ante posibles dificultades del desarrollo.
En los tres primeros años, el cerebro infantil experimenta una plasticidad extraordinaria. Las conexiones neuronales se multiplican y los aprendizajes se producen a un ritmo vertiginoso. Es en esta etapa donde se dan los primeros hitos del desarrollo, como:
La ausencia o retraso significativo de algunos de estos hitos puede ser una señal de alerta.
Las educadoras y técnicos de educación infantil acompañan a los niños y niñas en su día a día. Les ven interactuar, jugar, alimentarse, comunicarse… y gracias a esa convivencia continua pueden detectar señales que en otros contextos pasarían desapercibidas.
Algunas señales de alerta que pueden identificar son:
La escuela infantil no diagnostica, pero sí puede ser el primer lugar donde se encienda la luz de la sospecha.
Uno de los grandes pilares de la detección temprana es la colaboración con las familias. Las escuelas infantiles no solo observan, sino que comparten esas observaciones de manera respetuosa y profesional, abriendo espacios de diálogo con las familias para valorar la necesidad de derivar a servicios especializados: pediatría, atención temprana, logopedia, etc.
Familia y escuela caminan juntas para interpretar señales y buscar respuestas. Cuanto antes se interviene, mejores son los resultados.
Más allá de lo académico, la escuela infantil es un entorno que cuida. Un lugar en el que cada pequeño tiene su espacio y su ritmo, pero también sus referentes adultos que le guían con cariño y profesionalidad.
Como señala la Asociación Española de Pediatría, “los programas educativos de calidad para menores de tres años tienen un impacto positivo en el desarrollo cognitivo, emocional y social, especialmente en población vulnerable” (AEPap, 2021).
La escuela infantil 0-3 es mucho más que un espacio de juego o conciliación. Es, en muchos casos, la primera línea de prevención y detección precoz. Apostar por su calidad, su reconocimiento y su coordinación con otros ámbitos sanitarios y sociales es apostar por una infancia más protegida, más acompañada y con mayores oportunidades de desarrollo.