La música es un lenguaje universal presente en nuestras vidas desde la cuna. Quienes hemos tarareado una nana para calmar a un bebé conocemos de primera mano el poder de la música en los primeros años de vida. En la etapa de 0 a 3 años, los niños y niñas son auténticos exploradores sonoros, absorbiendo melodías, ritmos y palabras con asombrosa facilidad. Por ello, la educación musical temprana no es un lujo, sino una herramienta fundamental para el desarrollo integral en la primera infancia.
A lo largo de la historia, la música ha acompañado a la infancia, desde las canciones de cuna tradicionales en todas las culturas hasta las teorías pedagógicas modernas. Ya en el siglo XIX, pedagogos de la Escuela Nueva resaltaban que la música debía formar parte de la educación integral, y posteriormente educadores de infantil como María Montessori, Ovide Decroly o las hermanas Agazzi –junto a métodos del siglo XX de Zoltán Kodály, Carl Orff, Edgar Willems o Emile Dalcroze– otorgaron gran valor a la formación musical desde edades tempranas.
Además, incluso antes de nacer, el bebé responde a estímulos sonoros en el vientre materno; algunos expertos sugieren exponerlo a música durante la gestación para favorecer su desarrollo sensorial.
Numerosas investigaciones y experiencias prácticas muestran que la educación musical temprana aporta beneficios en ámbitos cognitivos, emocionales, sociales y motores. A continuación destacamos algunos de los más importantes:
La música para bebés y niños pequeños se introduce siempre de forma lúdica y afectiva. En el día a día de las escuelas infantiles es habitual cantar para marcar rutinas diarias y realizar juegos musicales sencillos, de modo que los pequeños pronto asocian la música con diversión y seguridad.
Además, involucrar a las familias –animando a padres y madres a cantar en casa, asistir a talleres de música en familia o simplemente compartir las canciones del aula– refuerza el vínculo afectivo entre la familia y la escuela.
Existen programas especializados que orientan a docentes y familias en esta tarea. Por ejemplo, el programa Musizón Bebés (1-2 años) de Musicaeduca ofrece sesiones con cuentos, canciones, danzas y juegos que estimulan la percepción auditiva, el sentido rítmico, la coordinación y la atención. A nivel internacional, iniciativas como Music Together o Kindermusik promueven la educación musical temprana en familia desde la primera infancia.
Los profesionales de la educación infantil están en constante actualización para ofrecer experiencias musicales de calidad.
En el V Congreso de Escuelas Infantiles Unidas, celebrado el pasado mes de marzo, tuvimos la suerte de disfrutar en directo de una actividad formativa preciosa y participativa sobre música en la etapa 0-3 años. Educadoras y profesionales de distintos centros vivimos en primera persona cómo el canto, el ritmo, el movimiento y el juego musical enriquecen el desarrollo infantil desde los primeros meses de vida.
No solo se compartieron recursos y dinámicas concretas aplicables en el aula, sino que además se experimentó de forma vivencial el poder de la música para conectar, emocionar y crear comunidad.
En conclusión, la educación musical en los primeros años actúa sobre todas las áreas del desarrollo infantil –intelectual, emocional, comunicativo, expresivo y motriz– integrándolas en una experiencia gozosa. Un niño rodeado de canciones, ritmos y juegos es un niño más estimulado, creativo y seguro de sí mismo; un pequeño que descubre el mundo con oídos atentos y corazón contento.
Acercar la música a la infancia, tanto en la escuela como en el hogar, es una apuesta segura por un desarrollo pleno y feliz, y debe ser parte esencial de una educación de calidad.
Desde Escuelas Infantiles Unidas seguiremos impulsando propuestas que, como esta, nos permitan ofrecer a la infancia lo mejor de nosotras mismas.